TABUS Y EUFEMISMOS DEL LENGUAJE

Las palabras que usamos funcionan como elementos de un código de una comunidad y, por tanto, reflejan en muchos casos las costumbres, supersticiones, creencias religiosas, relaciones humanas y sociales o, simplemente, la cultura material de un pueblo. Esta es la razón por la que en todas las lenguas del mundo se encuentran palabras que no pueden o deben pronunciarse y que, por motivos diversos, están prohibidas. Son las llamadas “tabúes”. El término “tabú” procede de la Polinesia y lo introdujo por primera vez el famoso capitán Cook en Inglaterra con la grafía de “toboo” y con el significado originario de “sagrado”; de aquí surge en español el vocablo “tabú” para designar algo connotado negativamente, Además es natural que frente a “tabú” existiese otro término polinésico, “noa” la palabra favorable en lugar de ésa que está prohibida porque evoca los nombres de los dioses, del demonio, de la muerte o de ciertos animales a los que se les dota de poderes mágicos y maléficos. En los pueblos primitivos existe la creencia de que ciertas palabras pueden atraer a los elementos nombrados y desencadenar una serie de adversidades. Se evita pronunciarlas y se acude a otros vocablos o expresiones, la citada “noa”, que en nuestra lengua llamamos “eufemismo”, un término griego que significa etimológicamente “buen sonido”.



Muy curioso e interesante resulta observar ciertos casos de nombres de animales que por superstición popular se rechazan. Así en el Sur de España, la “culebra” o “serpiente” es prácticamente innombrable y da paso a “la bicha”. Lo mismo ocurre con ese simpático mamífero-carnívoro, “la comadreja” –o también “la doncella”– cuyo término no es más que una derivación eufemística de “comadre”, es decir, la madre o madrina respecto a un niño. A veces las relaciones con el mundo mágico han quedado olvidadas y ciertas palabras dejaron de utilizarse, como sucede en castellano medieval con “azufre” (suerte), que parece provenir de la palabra “abecé”, de contexto mágico por su fórmula alfabética y en contacto con la palabra “ave”, tan relacionada con las creencias en agüeros que se manifestaban en vuelo de las aves y el examen de sus entrañas. Otros casos que podíamos citar serían aquellos en que las palabras han evolucionado tanto fonéticamente hasta el punto de que hoy sería irreconocible su valor eufemístico y nadie identificaría su origen. Por ejemplo “duende” proviene de la expresión “duen de casa” –duen es dueño– ya que de esta forma se llamaba a todo tipo de espíritus malignos y juguetones que moraban en viviendas. Posteriormente se conectó “duende” y se perdió “casa”.


Los eufemismos no son siempre lógicos, y no hay razones que los identifiquen totalmente. Incluso lingüísticamente pueden llegar a ser ridículos. La lista de palabras eufemísticas es enorme, y en ella podemos incluir “dar a luz” por parir, “servicio”, “baño”, “excusado”, “water” etc. por retrete –a su vez “retrete” es eufemístico, exagerando un lugar que por su necesidad justifica que se le llame así por significar “lugar retirado”, “hacer pis” por orinar, “estar en estado” por estar embarazada, o “cerrar los ojos” por morir.


Si los motivos del empleo del eufemismo pueden ser entre otros lo que llamamos decencia, delicadeza de lenguaje, buena educación o cierto pudor natural, nos extraña que en la sociedad actual tan poco puritana y que se quiere manifestar con tanta libertad de conducta y expresión sea cada vez más abundante el eufemismo. Hoy día, cuando no es novedad hablar con palabras malsonantes o tacos, y con la igualdad de derechos humanos en ambos sexos, se tiene miedo a llamar ciertas cosas por su nombre. Nuestros ancianos son “personas de la tercera edad”, en las cárceles no hay presos, sino “reclusos o internos”, las personas que viven amancebadas tienen “compañero sentimental”, a los obreros no se les despide, sino que la empresa sufre una regulación de empleo. De esta forma los alumnos no reciben el clásico suspenso, y tienen como nota un “insuficiente”. ¿Y que decir de la imposición de la lengua catalana bajo el nombre de “normalización” lingüística? Y eso de la “gobernabilidad”, ¿qué significa?...


No usar ciertas palabras o expresiones, aunque se pongan de moda, sigue siendo de buena educación, pero otra cosa es caer en la ridícula estupidez y en cursilería, y hasta en la hipocresía. Hacer uso constante del eufemismo deliberadamente es una especie de censura que imponemos a nuestra propia lengua.

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